Figura 1. Pilar Flores y Roberto Vega (al frente) durante un taller que formó parte de la Clase de Educación Artística de la docente Deborah Morillo (al fondo) 

My breathing is a tide. Love doesn't die.

Etel Adnan

Cuando le propuse a Pilar Flores que escribamos un artículo sobre su trabajo, ella me invitó a caminar por la montaña. Iniciamos esta serie de diálogos-caminatas en Cruz Loma, una de las puntas del Pichincha: ese macizo cuerpo montañoso que es volcán y ciudad. En un inicio, esta conversación sucede mientras perdemos el aliento y volvemos a recuperarlo. Luego, caminamos por el barrio de La Gasca, cerca de la casa de Pilar, al pie del mismo volcán. Este intercambio ocurre semanas después de que Pilar se jubile de su trabajo como docente de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) después de 28 años de servicio (figura 1).

Pilar Flores fue mi profesora de dibujo y de pintura en la Carrera de Artes Visuales de la PUCE. Mi primera clase con ella fue en 2009. Durante el curso, nos propuso registrar, por medio del dibujo, el proceso de transformación de un pimiento desde su estado fresco, pasando por su madurez, hasta llegar a su descomposición; un ejercicio de atención y paciencia. Ahora, doce años después de esa primera clase juntas: caminamos, nos cubrimos del viento y continuamos hablando sobre el dibujo. Estos trayectos dialogados, realizados entre agosto y septiembre de 2022, dieron forma a este escrito.

Entre los años 80 y finales de los 90, Pilar Flores salía de la ciudad en bus, muy temprano, a caminar por las montañas andinas para dibujarlas y pintarlas. Pilar escribe y dibuja sobre estas largas caminatas realizadas en soledad; cuenta que estos trayectos por “el Altar, el Chiles, el Cayambe, la ruta del Cóndor, Papallacta y el Antisana, el Pichincha, los Illinizas, el Rumiñahui, el Pasochoa, el Pululahua, el Cotopaxi, el Sincholagua [le] permitieron entender la idea del viaje exterior como expresión estética y [como] experiencia mística” (figura 2).

Figura 2 De la serie El rugido de la montaña (1989-1990) 

Las maneras en las que Pilar vive lo espiritual, quizás, puedan ser comprendidas desde este paisaje. Ella viene de una educación unidireccional, basada en el miedo, repetidora de dogmas establecidos y verdades únicas, con ningún espacio para el pensamiento autónomo. Dentro de este contexto, Pilar se sumergió en la libertad del insondable mundo interior. El encuentro con el Raja Yoga, a los dieciséis años, le hizo sentir en su hogar. El estudio de textos sagrados, la práctica de pranayama, la meditación y el servicio¹le introdujeron al silencio de la quietud interna. Self Realization Fellowship, la escuela fundada por Paramahansa Yogananda y cuyas enseñanzas ha estudiado Pilar durante tantos años, define pranayama como el “control de la energía vital”²a través de la modulación de la respiración y el aliento.

Pilar ha comprendido que el máximo servicio que estamos en capacidad de hacer es transformándonos a nosotras mismas para incidir en el mundo desde la serenidad y la fortaleza. Para ella, la educación es también un espacio de transformación en el que profesora y estudiantes se afectan³ entre sí (figura 3); una incidencia en el mundo que parte de la transformación propia y se expande en direcciones irregulares. Pilar también se formó como educadora prestando cuidadosa atención a la relación con su hija Christina y su hijo Daniel. Junto a ella y él, eligieron una educación en libertad, en respeto a los ritmos individuales, a la construcción de pensamiento propio y en cercanía con la naturaleza.

Figura 3. Still del video-registro del Taller de Exploraciones Cromáticas, desarrollado con el Equipo Con-Sentidos. 

Pilar dibujaba pájaros en vuelo en un momento temprano de su práctica artística. El movimiento de las alas que genera el impulso y sostiene al cuerpo en el aire, ese movimiento, es también una respiración. El aire entra al cuerpo en un trayecto continuo. El aire suspendido en el cuerpo es el que sostiene a los pájaros y los eleva. Si seguimos este movimiento con nuestra respiración, el vuelo en lo alto es una exhalación.

La mirada de Pilar, como dibujante y como pintora, se ha formado en diálogo con su respiración. Luego de los dibujos de pájaros en vuelo vinieron lienzos grandes y medianos donde trabajó paisajes a partir de sus caminatas por las montañas. La naturaleza le invitaba -y lo sigue haciendo- a la percepción de la vida en interrelación. Al caminar por la montaña el aliento se agita o se corta; el cuerpo siente la resistencia a la altura; la piel necesita protegerse del sol, del viento y del frío. Estas resistencias también se presentaron en la búsqueda y la reflexión sobre los materiales de la pintura y en la exploración de las estrategias que le permitieran, a Pilar, acceder con profundidad a los desafíos de la creación: soltar los trazos y los colores para resolver la presencia de los Andes en una serie de lienzos abstractos. Pilar se permitió trabajar desde la libertad y continuó habitando el silencio.

Este proceso la llevó a crear Montañamar en 1994: una instalación presentada en La Galería (Quito) que se convirtió en una obra fundamental para la historia del arte contemporáneo en el Ecuador. Montañamar es un juego de complementarios: adentro/afuera, leve/fuerte, fugaz/perenne, arriba/abajo… y es también un proceso de desmaterialización de la pintura. Sobre Montañamar Pilar escribe:

Esta obra presentaba un tema clásico: el paisaje, elaborado desde una perspectiva no convencional. Dos telas, la una en azul cobalto y la otra en ocres (cada una de 1.20 x 1.80 m.), unidas por un camino de arena (de 15 m. de largo) y otra pintura realizada directamente en la pared (de 4 m. de alto). El resto de las paredes deLa Galeríaquedaron vacías. Las pinturas fueron hechas con pigmentos naturales sin médium y los apliqué directamente con las manos (sin intermedio de pinceles u otras herramientas), lo que las hacía altamente frágiles y fugaces. El pigmento se iba desprendiendo poco a poco durante el transcurso de la exposición. Una vez finalizada la muestra, las obras se desvanecen.

Veinte años después, Pilar realizó una reposición de esta instalación en Aliento (2015) su exhibición antológica presentada en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito. Para esta ocasión, Montañamar se convirtió en una estancia blanca a la que se podía entrar. Toda la habitación estaba invadida por el blanco, polvo de mármol, nítido (figura 4). Una vez creada la estancia, Pilar recuerda que, al entrar por primera vez, algo la sobrecogió. En ese espacio blanco, la artista focalizaba la atención en dos cuencos, puestos sobre el blanco, que contenían todo el pigmento de color que pudo recoger del mundo. Montañamar se volvió una estancia interior. Pilar afirma que la gestualidad, el movimiento, el involucramiento del cuerpo, de la personalidad, de la forma de hacer, todo eso estaba contenido en ese gesto blanco. En esa estancia interior se integraron todas las relaciones: la quietud de la montaña y el movimiento imparable del mar; lo vertica y lo horizontal; el ocre y el azul.

Figura 4 Montañamar (2015) 

Para …Aire, Viento, Aliento… (1999) Pilar dibujó durante años. Confiaba en que, desde esa práctica, iba a emerger algo que todavía no conocía. Dibujaba sin ninguna pretensión más que la de buscar a través del dibujo. Dibujaba al ritmo de su respiración y este procedimiento le brindaba un movimiento: una línea que es, también, una acción mínima. Aquí el dibujo y la meditación se encontraron. Pilar ha percibido que los “pasos” que da en la meditación tienen sentido como acciones mínimas que van transformando su vida lenta pero profundamente. Actuar mínimamente tiene que ver, una vez más, con la búsqueda de una transformación propia que resuena en el entorno. Pilar elige detenerse. La caminata, la escritura, la meditación, el dibujo, la relación con sus estudiantes, con Christina y con Daniel, buscan ser proyectos emancipatorios que se detienen frente a las formas contemporáneas aceleradas de vivir. Pilar es firme cuando declara que este camino -esta forma de respirar- es el que ella eligió y está plenamente consciente de que hay otros caminos distintos.

Para Pilar, una manera de buscar la emancipación es habitando esa estancia interior: ella propone cultivar la atención, la contemplación, la mirada enfocada. Concibe la atención como una herramienta transformadora. Una mirada atenta que mira un árbol o escucha su respiración está percibiendo, ahí, un universo. Reconociendo cuidadosamente esos universos que somos podemos vivir distinto.

La respiración se aquieta cuando nos acercamos a eso que no conocemos. Una mirada atenta descubre el florecimiento de un Iris y lo documenta con líneas a lápiz. Una respiración sutil descubre que, para sentir lo fugaz, es necesario aligerar todavía más el aliento. El aire parece no entrar al cuerpo cuando la mirada encuentra árboles que han sido mutilados.

La obra de Pilar Flores invita a la escucha, nos propone un espacio de quietud donde es posible percibir con atención y delicadeza. Solamente a través de la escucha es posible buscar el diálogo. Pilar define una conversación como una barca pequeña que se mueve a merced del viento y del agua. En una conversación, como en la barca, puede pasar cualquier cosa y ese riesgo conlleva también una responsabilidad compartida. El momento en el que cada participante sube a la barca, que imagina Pilar, cada una necesita ubicarse, encontrar un balance, afinar el equilibrio. Luego de eso es posible compartir, ser escuchada y atender a lo que está siendo dicho. Aquí otro posible significado del servicio: la escucha como la única manera en la que podemos compartir, convivir. En sus clases, en sus talleres y en los proyectos que desarrolla, Pilar reconoce que cuando se comparte el talento de varias personas, se potencia todo y surge algo nuevo e inesperado. La construcción colectiva es posible desde la suma de las voces y las miradas distintas, que cada una trae, del mundo (figura 5).

Figura 5. Taller Aprendizajes para la convivencia: acciones posibles. Proyecto Espora de la artista Martina Miño. Arte Actual FLACSO 

Pilar ha llamado a muchas de sus acciones Actos poéticos desde el silencio. Yo vislumbro que mucho de su trabajo, como artista y como educadora, puede nombrarse y resumirse así. Para la artista, los actos poéticos desde el silencio son actos desde la urgencia, preguntándose ¿qué es lo que no estamos comprendiendo? Las acciones que realizó, en 1994, como homenaje a Luz Elena Arismendi , nacen de la misma urgencia y el mismo sentimiento de hoy, que la llevan a salir en defensa de los árboles y los jardines. En los árboles, su mirada -y su respiración- descubren algo mayor, que nos involucra: un amplio universo interconectado del que somos parte.

Los Actos poéticos desde el silencio conforman un espacio, una estancia: detenerse a descansar y contemplar; un lugar donde es posible el silencio, el aquietamiento de la mirada y del pulso. La obra de Pilar Flores es este lugar: la quietud que permite mirar -reconocer, honrar- lo que somos y nos rodea, lo que crece cerca a nuestros pies y a quienes viven y respiran con nosotras. Los Actos poéticos desde el silencio nos invitan, también, a salir de la estancia y recorrer el mundo -la montaña, la urgencia- y mantener la serenidad y la fortaleza. Son estas cualidades las que, posiblemente, nos permitan seguir en pie, caminando y respirando juntas.